Capítulo IV

 

Esa misma noche, antes de acostarse, Diana y Teresa charlan un poco sobre lo que les parece que puede convertirse en una aventura.

- Oye, Diana, ¿crees que vamos a encontrar algo importante en el Monumento a Alfonso XII?

- No lo sé. Todavía estoy pensando en el poema. ¿Qué piensas que quiere decir el verso sobre los casi cien años del Xacobeo?

- Puede ser una fecha. A ver… el próximo Xacobeo será en 2021. Menos casi cien años puede ser… ¿cuántos? ¿Noventa y nueve?

- Vale, a buscar algo importante en España en el año 1922. ¿Quién era el rey de España en ese año?

- Creo que Alfonso XIII. ¿Buscamos algo relacionado con el rey en 1922?

- Sí, sí. ¿Por qué no?

- Mira, mira, que interesante…

 

El viernes por la tarde los cuatro llegan al Parque del Retiro y Camila se encuentra con ellos poco después. De acuerdo con la interpretación del poema, inician una búsqueda por todo el Monumento a Alfonso XII, esperando encontrar… no saben muy bien el qué, pero saben que tiene que ser algo importante. Teresa se siente muy animada con la tarea de buscar información perdida y cifrada. La hace sentirse como un personaje de “La Hermandad de la Sábana Santa”, o de cualquier otra historia de misterio y aventuras. Es que a ella le gustan mucho los dos temas, y por eso a menudo lee revistas como la  versión española de National Geographic de Historia . A dada altura, tras algunas horas de búsqueda sin éxito, el ánimo empieza a perderse. El sol ya se va, la gente que pasea por el parque también, y los cinco jóvenes ya piensan que es la hora de volver a casa, porque no falta mucho para la hora de la cena. Es entonces cuando Camila le pide a Teresa el papel con el poema. Teresa se lo deja. Camila observa bien el primer verso: “El mármol y el bronce esconden”. Después dice:

- Este verso nos remite para el este monumento, ¿verdad?

- Sí – confirman los demás.

- Y hasta ahora no hay nada en ninguna parte del monumento remotamente parecido con una pista, ¿verdad?

- Efectivamente – concuerdan los demás.

- A ver, ¿Cómo se llama este monumento?

- Ya sabes que es Monumento a Alfonso XII. - dice Santiago.

- ¿Y qué parte del monumento todavía falta averiguar?

- La estatua de Alfonso XII… pero… no estarás sugiriendo que la pista está escondida en la estatua del rey… ¿estás? - pregunta Teresa.

- ¿Y por qué no?

- ¡Porque la estatua está a casi treinta metros de altura! - añade Teresa.

- Precisamente por eso, ¿a quién se le ocurre subirse a la estatua del rey en el monumento del rey?

- Tienes razón, es tan obvio que ni siquiera parece obvio… - dice Eduardo.

- A ver, ¿cómo vamos a llegar a la estatua? Treinta metros no se suben así, sin más. - dice Santiago.

Eduardo ve aquí la oportunidad de oro de hacer algo impresionante, la oportunidad de brillar a los ojos de Camila. Decide subir a la estatua solo. No es fácil, y los demás temen por su seguridad. Después de algún esfuerzo físico bastante exigente, Eduardo llega a la cima del monumento, junto a la estatua ecuestre del rey Alfonso XII. Enseguida empieza buscando algo parecido con una pista. Pasan más de diez minutos y nada. Desesperado, les grita a los demás:

- ¡No encuentro nada!

Santiago, algo cansado, le dice en tono de broma:

- Jolín, busca en el bolsillo.

Eduardo, que no tiene nada que perder, se acerca al lado izquierdo de la estatua, donde estaría un bolsillo, y descubre que allí hay un pequeño hueco. Con la ayuda de un bolígrafo que siempre va con él a todas partes, saca de dentro del hueco un pedazo de papel. Se sorprende tanto que resbala y se da un golpe contra el caballo, haciéndose daño en el brazo. Camila le grita:

            - ¡Eduardo, cuidado! ¿Estás bien? ¡Eduardo!

            - ¡Sí, estoy bien! ¡Aquí hay un pedazo de papel! ¡Un pedazo de papel!

Eduardo baja con mucho cuidado, a raíz de su golpe. Cuando llega al suelo, Camila corre hacia él y lo abraza fuerte, dándole un beso en la cara.

            - ¿Seguro que estás bien? Vaya susto…

            - Sí, sí, no te preocupes, esto no es nada.

Santiago, experto en traumatismos a raíz de practicar mucho deporte, le observa el brazo y concluye que no está roto.

- Menos mal – dice Diana.

- A ver, el papel, ¿qué dice? – pregunta Teresa – Déjame verlo.

Tras echarle un vistazo, les dice a los demás:

- Tenemos que ir a Galicia, chicos.

- ¿A Galicia? ¿Estás de broma? - dice Santiago.

- No, no estoy de broma. Sin embargo, primero nos vamos a casa, que ya es casi la hora de la cena. Oye, Camila, ¿quieres cenar en nuestra casa?

- No puedo, mis padres hoy cenan en casa y me están esperando. Hasta mañana, chicos. Hasta mañana, Eduardo.

El corazón de Eduardo dispara y le entran ganas de decirle que espere, pero sabe que ella tiene que irse. Y ellos también. Le devuelve la despedida con una sonrisa que ella le retribuye.