Capítulo V

 

Esa noche, después de cenar, los cuatro empiezan a analizar el papel.

 

Mi señor, el cacique de Vidán, murió hace dos semanas. Cayó víctima de la ganancia de su gran rival de siempre, el cacique de Laraño. Una noche mi señor me mandó prepararme para un viaje a Madrid, para entregarle un documento de testamento al doctor Andrés Artejo, miembro destacado de la obra grandiosa fundada por su Majestad nuestro Rey D. Alfonso XIII en este presente año de 1922. Cuando me dirigí al establo, la casa empezó a arder. Los hombres del cacique de Laraño detuvieron a todos los criados y se aseguraron que mi señor, muy enfermo y sin poder salir de su cama, no se salvaba. Me escondí por detrás del establo. Vi como el hijo mayor del cacique de Laraño se acercó del establo con matones. Les comentó que quería el testamento del viejo – mi señor. Les comentó que quería asegurarse que las tierras de mi amo caían en las manos de su padre. Yo sabía que tenía que escaparme pronto, todo el mundo me conoce muy bien en la comarca. En cuanto tuve la oportunidad, cogí el caballo más rápido y me dirigí a la Catedral de Santiago. El sacristán se preparaba para cerrar la puerta lateral cuando me vio. Mi cara quemada le llamó la atención. Le conté lo que pasó. Me dejó entrar en la Catedral y pasar allí la noche, escondido de los matones de Laraño. Escondí el testamento de mi señor bajo la tercera piedra junto a la estatuilla de la Virgen Santísima. Al día siguiente me dirigí a Madrid para darle la noticia al buen doctor Artejo. Si me cogen los matones de Laraño, adiós testamento. Al doctor Artejo no podrán tocarle. El problema es que con la cara quemada y con este aspecto de mendigo, nadie me deja acercarme al doctor. Mi esperanza es que alguien encuentre esto a tiempo de permitir que la fortuna de mi señor llegue a la obra fundada por su Majestad.

 

- Estoy sin palabras. – dice Diana.

- Creo que todos estamos sin palabras. – añade Teresa.

- ¿Qué obra fundada por Alfonso XIII en 1922 es ésa de la que habla el papel?

- No sé, vamos a averiguarlo…

 

...

 

 

- Chicas, ¿qué hacemos ahora? – preguntan Santiago y Eduardo.

- Está claro que tenemos que ir a la Catedral de Santiago, ¿no?

- Sí, por supuesto, pero ¿cómo?

            Una vez que los padres de Teresa y Santiago todavía están despiertos, los cuatro se dirigen al salón y les cuentan sus descubiertas. Les piden autorización para ir a Santiago de Compostela ese fin de semana. Los padres les dicen que sí, que pueden ir, si consiguen estar de vuelta a casa el domingo por la noche, porque lunes hay clase. Ah, y si son capaces de pagar ellos mismos su propio gasto. Eduardo recuerda que los padres de Camila trabajan en el aeropuerto y le llama por teléfono. Ella habla con sus padres y le llama a Eduardo unos minutos después. Le dice que sus padres le consiguen dos pasajes gratuitos para el vuelo de la mañana siguiente, a las 7h. Ah, y le dice también que uno de los pasajes es para ella misma. El corazón de Eduardo salta como un caballo de carreras.

            - ¿Y los demás? – pregunta Diana.

            - Pues, Camila dice que todavía hay pasajes suficientes para todos, y que cada uno cuesta 20€.

            - Ya, ¿y quién va a quedarse con el pasaje extra de Camila? – pregunta Teresa.

            - Sí, de hecho, ¿quién será, Eduardo? – dice jocosamente Diana, echándole una mirada provocadora a su hermano.

            - Bueno, además hay que pensar en hospedarse, ¿no? ¿Dónde podemos dormir? – interviene Eduardo.

            - Podemos buscar en internet un lugar barato y para todos. – propone Diana.

            - ¿Y cómo pagamos?

            Santiago comunica a los demás que tiene dinero más que suficiente para todo eso, porque hace por lo menos cinco años que no gasta ni un céntimo del dinero que recibe de los Reyes y por su cumpleaños. Y recuerda que la abuela María no es nada tacaña…

            - Bien, entonces lo tenéis todo resuelto, ¿no, chicos? Venga, a la cama, que mañana hay que levantarse pronto para ir al aeropuerto.