Capítulo II
Al día siguiente, Eduardo decide que no le apetece quedarse en Chamartín con su hermana y con los demás. Entonces se dirige de la Calle Bosque, donde está la casa de Teresa y Santiago, a la Avenida de Pío XII, donde coge un metro que lo lleve desde allí al Parque del Retiro. Una vez en el Retiro, se dirige al Monumento a Alfonso XII y se sorprende al descubrir que allí está Camila, sentada junto al estanque y… ¡sola!
- Hola, Camila. ¿Qué tal estás?
- Hola, Eduardo. Que sorpresa verte por aquí. ¿Por qué no estás con tu hermana y con los demás?
- Es que me siento algo triste, echo de menos a mis padres. Y tú, ¿por qué estás aquí sola?
- A veces me gusta venir aquí y sentarme mientras no pienso en nada. A menudo me molesta estar en casa los fines de semana, porque mis padres, que trabajan en el aeropuerto de Barajas, ganan más si trabajan los sábados y yo me quedo sola.
- ¿Quieres estar sola?
- No, no, justo lo contrario, me alegra tener compañía. Puedes quedarte conmigo, si quieres.
- ¡Claro que sí! Es decir, claro que puedo hacerte compañía.
Horas después, Eduardo recibe un mensaje de Diana en su móvil:
- Oye, Camila, tengo que marcharme. Ya se hace tarde.
- Sí, yo también me voy a casa. ¡Vaya tarde más agradable! ¿Verdad?
- Sí, si, por supuesto.
- A ver si lo repetimos uno de estos días. ¿Te apetece?
Con unas ganas tremendas de abrazarla y con una sonrisa de oreja a oreja, Eduardo se contiene y le dice que sí, que uno de estos días tienen que quedar los dos.
Después de cenar, Eduardo llama a Diana, a Santiago y a Teresa. Les cuenta su tarde con Camila, lo que motiva sonrisas cómplices y comentarios de los demás. Él se siente algo molesto y cambia el asunto, enseñándoles un papel encontrado en el suelo junto a la estatua de uno de los leones del Monumento a Alfonso XII.
- ¿Qué dice ahí?
- ¿Qué significa eso? – pregunta Santiago.
- No tengo ni idea. – contesta Teresa, que es el cerebro de la familia.
- El papel parece muy viejo. ¿Cómo lo has encontrado? – pregunta Diana.
- Lo vi medio escondido detrás de una de las patas del león. – dice Eduardo.
- ¿No será alguna tontería? ¿O quizás una broma de alguien? – añade Santiago.
- No lo creo, – dice Teresa – me parece que es un papel verdadero y con algunos años.
- ¿Por qué no se lo enseñamos a papá? A lo mejor él puede ayudarnos. - propone Santiago.
Los chicos le enseñan el papel con el poema al señor Gómez, el padre de Teresa y Santiago. Él lo examina un par de minutos y les dice que no tiene ni idea de lo que puede querer decir. Sin embargo, les anima a desarrollar un sistema de investigación. Para empezar, ¿por qué no averiguan la relación del poema con el lugar en el que Eduardo lo ha encontrado?
Inmediatamente, los cuatro se dirigen al ordenador y buscan la información necesaria…