Capítulo I
Es viernes y no hay clase por la tarde. Teresa y Santiago se dirigen al Parque del Retiro , donde van a encontrarse con algunos compañeros. Los primeros en aparecer son Diana y Eduardo. Sólo falta Camila.
- ¿Dónde está Camila? – pregunta Eduardo.
- Creo que va a llegar un poquito más tarde. Me parece que tiene que ir a la casa de su abuela, pero seguro que no debe de tardar mucho más. – contesta Teresa.
Mientras Camila no llega, los cuatro jóvenes se dirigen al Monumento a Alfonso XII. Una vez que ya no llueve hace dos días y la temperatura se acerca a los dieciocho grados, pueden quedarse por allí un buen rato. Al llegar Camila, Teresa trata inmediatamente de presentarla a sus nuevos amigos:
- Camila, quiero presentarte a dos amigos nuestros. Éstos son Diana y Eduardo, los dos alumnos de intercambio que están en nuestra casa.
- Hola, encantada de conoceros. – dice Camila.
- Hola, ¿qué tal? – contesta Diana.
- Ho… hola, C… Camila… eh, ¿cómo estás? ¿Buena? Es decir, ¿bien? – tartamudea Eduardo, que se pone rojo como un tomate, ante los ojos verdes y el pelo rubio liso y largo de Camila.
- Bien, gracias. ¿Y vosotros de dónde venís?
- Eh… nosotros… bueno, es decir… venimos de lejos… no, no, de lejos no… - dice Eduardo.
- Lo que mi hermano intenta decir es que venimos de Portugal. Somos alumnos de intercambio de secundaria aquí y estamos hospedados en la casa de Teresa y de Santiago. Somos bracarenses, porque venimos de la ciudad de Braga. Eduardo y yo somos gemelos, tenemos dieciséis años. Y tú, ¿eres madrileña? – dice Diana.
- No – contesta Camila – yo vivo en Madrid hace ocho años, pero soy catalana. Barcelonesa, para ser más exacta. También tengo dieciséis años, como vosotros.
Los cinco se sientan y se toman unos refrescos, mientras charlan entre ellos.
Esa noche, ya en la casa de Teresa y Santiago, Eduardo le escribe un correo electrónico a su primo Bruno: